Entrevista / El Meister (Corizonas, “Nueva dimensión vital”)

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A estas alturas todo el mundo conoce a Corizonas, por lo que ya no hace falta explicar que es una superbanda formada por miembros de Arizona Baby, Los Coronas y Sex Museum. Ahora han vuelto a la carretera con “Nueva dimensión vital” (Subterfuge Records, 2016), un álbum repleto de buenas canciones en el que, por primera vez, utilizan el castellano para lanzar su alarido contra el proceso de deshumanización en el que estamos inmersos. Rock de la vieja escuela y actitud a raudales: música sagrada para tiempos de crisis.

 

Originalmente publicada en Efe Eme. Texto y fotos, por Javier Escorzo.

 

P.- El disco comienza con un fragmento del discurso de Charles Chaplin en “El gran dictador” que creo que resume muy bien el espíritu del álbum, tanto en la forma como en el fondo. En la forma, por estas palabras: “El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Más que máquinas, necesitamos humanidad”. ¿Habéis grabado a la manera tradicional?

R.- Sí, aunque hoy en día hay muchos métodos tradicionales, incluso la grabación digital es bastante tradicional ya. Lo que sí hemos hecho ha sido tocar juntos y no por separado. El soporte en el cual lo registres no es tan importante como la forma de trabajo, la cinta no hace el disco. Hay gente que se confunde y cree que por comprarse una Les Paul del 59 va a tocar como Duane Allman, y obviamente es un error. De hecho, Duane Allman sonaría a Duane Allman hasta con una guitarra de los chinos. No es tan importante si está grabado en analógico o en digital, aunque en este caso está grabado en analógico, tocando todos a la vez. Esa fue la primera fase. Luego hicimos una segunda fase en digital, haciendo algunos overdubs y llevando la producción más lejos. Pero sí, es muy humano, hay mucha humanidad dentro del disco.

 

P.- Hace poco leía que la imperfección es lo que nos conmueve en los viejos discos de rock and roll, y que ahora se tiende demasiado a buscar la perfección, a pulirlo todo en exceso, perdiéndose así gran parte de la magia. ¿Estás de acuerdo?

R.- Sí, eso son cosas que quedan muy bonitas en una entrevista, pero no se las cree nadie. Yo te aseguro que Jimi Hendrix pulía al milímetro cada fase de la producción de sus discos. Y lo que tú puedes considerar un fallo, entre comillas, no es un fallo en realidad, sino una tensión armónica buscada, o una tensión dramática, o rítmica… Muchas veces son formas de estirar la música, algo que se utiliza mucho en el jazz, por ejemplo. Ese tipo de frases me suenan a eslóganes de la “Rolling Stone”, me suena todo a rollo Coca Cola. Todos esos mitos del rock, tipo “en analógico suena más cálido”, en el fondo son chorradas. La música la hace el músico. Y no sólo el músico, también el oyente. Si no hay un receptor que la haga suya y la reinterprete a su manera, no sirve de nada, es como un árbol cayendo en un bosque vacío. Tú puedes ser el mayor genio del mundo, pero si no hay nadie escuchando… aunque escuche mal, aunque no entienda nada, pero eso ya es interesante. Aunque le parezca una mierda. Nosotros escuchamos de todo, somos melónanos empedernidos y no tenemos prejuicios. Yo siempre he sido muy precoz a la hora de derribar prejuicios, y a la hora de derribar cualquier tipo de código de conducta o de manual de estilo. Me puede inspirar lo que hagan ciertos artistas, pero no se va a convertir en una norma para mí, porque entiendo la música como un espacio de libertad, de espontaneidad y de imperfección. Y vuelvo a tu pregunta: ¿es la imperfección lo que da verdad al disco de rock? Sí, de acuerdo. Pero si grabas algo, lo escuchas y te parece una mierda, lo vuelves a grabar inmediatamente, que es un poco a lo que iba yo.

 

P.- Esto que comentas de la necesidad de un emisor y un receptor en la música está relacionado con las esferas de sonido de David Sonnenschein, que de hecho las incluís en el arte del disco. ¿La portada va también por ahí?

R.- Sí. Aunque también hubo una coincidencia gráfica, porque teníamos la portada, que es un cuadro de Pati Duque. Yo conocía las esferas de Sonnenschein y me parecía curiosa la coincidencia, pero es casual, porque la pintora no se había inspirado en ellas. El cuadro en realidad se llama “Envero” y es una metáfora gráfica de las distintas fases de maduración de la uva antes de hacer el vino. Resulta que coincide con las esferas de Sonnenschein, y como nos pareció curioso decidimos utilizarlo, porque como dices tiene mucho que ver con la experiencia de escuchar un disco, y con cómo se establece la comunicación, en este caso en el plano del sonido.

 

P.- Vuelvo al discurso de “El gran dictador” que abre “Nueva dimensión vital”. Te decía que creo que resume también el fondo del disco, concretamente una frase que dice “pensamos demasiado, sentimos muy poco”. En varias canciones mencionáis el término “no pensar”. ¿Por qué?

R.- El “no pensar” es un poco la cura al problema, pero también es la raíz del problema. Los grandes poderes cada vez son más grandes y más poderosos, y parecen invisibles, porque ya no sabemos ni delante de quién manifestarnos; son todos fantasmas corporativos, grandes y antiguas familias de banqueros, cumbres secretas y clubes de pura élite. No sabes bien a quién dirigirte, pero supongo que a todos estos entes, a estos poderes, les interesa que la gente esté aborregada y no piense, para controlarlos mejor y no tener chinas en el zapato. Por un lado protestas contra eso, invitas a pensar, porque mira cómo está el mundo. También hay muchas referencias a esta alineación que sufrimos a diario. Estamos cada vez más conectados, pero cada vez nos sentimos más solos gracias a las dichosas redes sociales, y digo gracias de forma irónica. Hay gente muy joven, incluso menores de edad con depresiones, polimedicados, es inaudito. Siento sonar a abuelo cebolleta, pero eso en mis tiempos no pasaba. Uno se asusta ante todo este entorno, uno mismo puede caer también en depresiones, estados de ansiedad… Y lo mismo yo que mis compañeros de grupo, o la gente que viene a vernos a los conciertos, o tú mismo. Cualquiera. Podemos hacernos las mismas preguntas de siempre: qué es esto, qué hacemos aquí, hacia dónde vamos, pero las respuestas que hallamos son cada vez más descorazonadoras.

 

P.- Son temas muy universales.

R.- Claro. Este disco orbita mucho entre esos dos conceptos: por un lado, el grito de “espabila ya, despierta, reacciona”, y por otro, la necesidad de no pensar para poder sentir más y poder vivir. No voy a obsesionarme con toda la mierda de alrededor y voy a vivir el presente. Son las mismas preguntas existenciales que se han planteado siempre, no hace falta que pongan una bomba en Nueva Jersey o que salga un tío con un machete en un centro comercial de Minnesota, ni bombardeos, ni intereses económicos, ni miles de personas huyendo de sus casas por la situación que tienen en sus países. No hace falta nada de eso para hacerse las preguntas de siempre, pero cuando te las haces y además tienes todo eso alrededor, indudablemente influye. Muchas de las cosas que aparecen en nuestro disco las puedes encontrar en álbumes de Barry McGuire, Bob Dylan o gente de otros estilos musicales. Quizá no aportas soluciones, pero alivia compartir esas preguntas. Si es en forma de canción, y eso ayuda al oyente a reflexionar, aliviarse o no pensar durante un rato, mejor que mejor.

 

P.- Hablando de no pensar, ¿el cambio a cantar en español ha estado muy meditado, o ha sido de forma natural? Creo que teníais muchas canciones en español y también muchas en inglés, hasta el punto de que podíais haber grabado un disco en cada idioma.

R.- Sí, había muchas canciones en inglés también, y alguna más en español que no ha entrado en el disco. El cambio de idioma lo llevábamos pensando desde hacía tiempo, nos parecía una pena componer solo en inglés y no aprovechar el castellano también. Pero aunque se llevaba meditando mucho tiempo, no se ha hecho hasta que ha salido natural. Yo siempre he compuesto canciones en español y en inglés, pero las que estaban en español se quedaban en el cuaderno, nunca me llegaban a gustar tanto, sobre todo a nivel de letra. Y no por lo que decía la letra, sino por la musicalidad, la manera en la que sonaba mi voz, el fraseo… Me salía más natural en inglés.

 

P.- Supongo que influyó grabar “Bestiario”, tu disco en solitario como El Meister, que ya estaba en español.

R.- Eso es, con ese disco abrí la caja de los truenos. Ahí cogí confianza y una racha compositiva buena y ya intenté hacer cosas nuevas en castellano para Corizonas. En este caso fue un reto mayo todavía, porque en el disco de El Meister hacía primero la letra, o música y letra a la vez, pero en Corizonas me ha tocado, por primera vez, encajar la letra en una música ya hecha, cosa que te limita mucho. Ha sido un reto y me ha gustado mucho enfrentarme a él. Además, nos parecía que era una manera de acercarnos más a nuestro público inmediato, y una forma de mostrar nuestra personalidad mucho más radical. Hasta ahora habíamos demostrado que sabíamos seguir el manual del perfecto guitarrista surf, o del perfecto compositor folk, habíamos tocado muchos estilos distintos de forma más o menos fiel. Todo eso está muy bien, pero ahora tocaba dar un paso más. Espero que este sea el comienzo de una evolución más extensa. Queríamos mostrarnos tal cual, sin artificios ni parches en la chupa. Quizá no te gusta mi solo de guitarra, pero mira qué camiseta de Black Sabath tan chula llevo, ¿no? Pues no, hemos preferido currarnos el solo de guitarra para poder ir con camiseta blanca.

 

P.- Incidiendo en “Bestiario”, en ese disco había versiones de Chicho Sánchez Ferlosio y de Silvio Rodríguez. Supongo que son influencias que siempre habías tenido ahí, pero que hasta entonces no habías mostrado, ¿es así?

R.- Efectivamente, esa parte siempre ha estado ahí, lo que pasa es que con ese disco se hizo visible. Pero ha sido muy importante como oyente, escuchando a grupos que me encantan, como Gabinete Caligari, Parálisis Permanente, Radio Futura, grupos españoles de los 60 y de los 70… Hay cosas muy interesantes en castellano, en España y América Latina. Quizás hasta “Bestiario” solo había mostrado mi parte más anglosajona. Con ese disco abrí la puerta también al folclore de mi tierra, los pueblos de mis abuelos en Castilla, cerca de Valladolid, o en Asturias, de donde es la familia de mi madre. Antes de terminar “Bestiario” teloneé a Nacho Vegas y hubo entre nosotros una conexión asturiana muy bonita, hablamos de los romances, de sus ritmos y sus acordes… Él iba a tocar ‘Santa Bárbara bendita’, que es un himno minero, y la hicimos juntos, fue muy emocionante. Nacho decía que de joven, quizás por rebeldía, renegaba de la música de sus abuelos, pero con los años fue valorándola cada vez más. A mí me pasaba lo mismo, había estado preguntándoles a mis padres por canciones antiguas. Fui haciendo un pequeño viaje hacia dentro y conociendo cosas que tenía muy cerca, pero que en ocasiones desconocía. Ha sido un proceso largo, de cinco o seis años. Lo de Nacho fue en 2012, y ahí yo ya estaba investigando en ritmos de jotas y de romances.

 

P.- Entonces, ¿en ese concierto cogiste confianza?

R.- Sí. El concierto con Nacho fue el espaldarazo definitivo, el punto de inflexión. Quise hacer una música mía, sin reparar en estilos. De pequeño me flipaban las sintonías de los programas de la tele, cosas de Vangelis, Antón García Abril, o Isao Tomita, con sintetizadores… Quise hacerle un hueco a eso, y a las jotas, las canciones mineras, que siempre me han emocionado, junto a todo lo que me ha gustado siempre. Intenté reconciliar eso con el pop y el rock más anglosajón. Mi yo adolescente con mi yo cada vez más adulto, y espero que cada vez más sabio. Romper el prejuicio de cuando desprecias la música de tus mayores.

 

P.- Es una cosa muy generacional: a cierta edad desprecias la música de tus padres por el mero hecho de ser suya, ni la valoras, y luego te vas dando cuenta…

R.- De que tus abuelos no eran tontos, claro. Al final, cuanto más sabes te das cuenta de que te queda muchísimo por aprender. Te haces más humilde y menos insolente gracias a que eres menos ignorante, y eso te conecta mejor con el entorno, con la música, con el arte… Cuando menos pretensiones tengo me salen cosas que me gustan más. Cada vez tengo menos presiones estilísticas. Antes quizá era demasiado académico con la música, ahora cada vez soy más emocional. Ahora cojo el instrumento, o ni siquiera lo cojo, y me planteo el reto de componer tarareando, o con un ritmo que saco pegando en una puerta, o con el sinte… Eso acabará siendo una canción con una banda completa, o con piano, cuerdas o lo que sea, y ya verás cómo produces el tema, cómo lo arreglas y cómo acaba, pero el estímulo, esa semilla, procuro que surja de la manera más natural posible. Intento que salga jugando con la música; en otros idiomas utilizan el mismo verbo, play significa tocar y jugar. Para mí tocar y jugar es lo mismo. Si lo viésemos así más gente se acercaría a la música de manera natural. A veces nos obsesionamos con que es un oficio y una profesión. Cuando eres un chaval estás tocando y te dicen que estudies porque no vas a poder vivir de la música. A lo mejor habría que pensar que es bueno para la mente, para alcanzar la felicidad, y ver como algo bueno que tu hijo toque, aunque luego tenga que dedicarse a otra cosa para ganarse la vida. La música forma parte de la vida, deberíamos dejar de legislarla y tipificarla de esta manera tan horrible.

 

P.- Esto que dices me recuerda a algo que cantas en ‘Yo quiero ser yo’: “Siempre he intentado ser excepcional a los ojos de los demás”. Al final, ¿se trata de ser uno mismo?

R.- Claro. Son las presiones de la sociedad en la que vivimos. Las redes sociales, por ejemplo… Tendemos a dulcificar los recuerdos, nuestra mente funciona así. Estuviste en la mili y era todo un infierno, pero ahora solo te acuerdas de los buenos ratos que pasaste allí. Con esto sucede parecido: la gente pone en Facebook el día feliz que ha pasado en la playa, o el cumpleaños, o la boda, o el concierto o lo que sea. Tú ves eso en casa y te vienes abajo, porque llevas una semana de mierda, mientras que en Facebook ves que el que no se está tirando en paracaídas está en China, y el que no en un barco. Eso te hunde mucho, piensas que tu vida es una mierda al lado de todo eso. Es lo que lleva años haciendo la publicidad, te vende estilos de vida, o los reality shows, parecen inocentes pero que son cosas muy perversas. Es presión que añades a la gente, las modelos esqueléticas y los tíos cachas. Va haciendo mella, sobre todo en gente joven, que quizá tiene más inseguridades. Y son cosas que tampoco se van con la edad, siempre puede haber algo que te acompleje y te haga sentir mal, inferior. La gente está todo el rato preguntándose: “¿Soy feliz?”. ¡Y yo qué sé! Ya no sabes realmente qué es ser feliz. Ya tengo el jeep, el yate y me he tirado en paracaídas desde el Empire State, ¿y ahora qué? Quizá no soy feliz, quizá hubiese sido más feliz comiendo unas patatas bravas con mi padre en el bar de la esquina. La gente tiene que ser ella misma, dejar de vivir en base a las expectativas o a través de lo que hacen otros. Que uno tenga músculos y una novia rubia no significa que yo tenga que tener músculos y una novia rubia. El bebé con la camisetita de los Ramones, el perro con el collar de no sé qué serie, el monopatín enorme, el iPad… Todo son modas, todo es frivolidad. Tenemos que huir de eso, aunque es difícil, porque vivimos rodeados de tecnología y redes sociales, y de gente que con la mejor intención está proyectando algo que muchas veces no aporta nada positivo.

 

P.- ¿Y qué papel jugaría la música en todo esto?

R.- La música es un bálsamo para todas estas cosas, como cuando había tribus y se reunían en torno a un fuego y se ponían a tocar el tambor, todos juntos, y nadie era más que nadie. Estoy planteando una visión muy romántica, tal vez sea una tontería, pero para mí la música es eso, y puede servir para que nos olvidemos de diferencias físicas, mentales, ideológicas, geográficas… Todos podemos aceptarnos y tolerarnos. Yo veo todo eso en la música, es algo muy poderoso. Se está perdiendo la costumbre de cantar canciones en familia, antes se hacía más. Ahora la gente se reúne en torno a la mesa y está con los móviles en vez de estar cantando, y eso nos deshumaniza. Hay que recuperarlo, yo en mi entorno inmediato procuro ser artífice de eso: móviles fuera, vamos a cantar. Afortunadamente hay mucha gente que no pierde ese núcleo humano, pero a veces se nos olvida.

 

P.- Si te das cuenta, volvemos al principio, al discurso de Chaplin, que dice que tenemos que humanizarnos.

R.- Sí, en este disco hay mucho de eso: angustia vital, contexto sociopolítico, impacto de las nuevas tecnologías… Cómo es el sistema en general. Estamos viendo como muchas novelas de ciencia ficción de Aldous Huxley o de George Orwell se están convirtiendo en realidad. ¡Lo de “1984” era un novela, no un manual de instrucciones!

 

P.- De todas formas, ese seguir las modas también puede aplicarse al oyente. Hay quien dice que le gusta un grupo porque queda bien decirlo, o quien va a un festival como si de un acto social se tratase, más para dejarse ver que para disfrutar de la música.

R.- Sí, pero eso también es parte del pop. El pop, como hecho cultural, tiene mucho de moda y de fenómeno social. Si vives en el planeta Tierra en 1965 y no sabes quiénes son los Beatles parece que has salido de una cueva. No creo que sea necesariamente malo, puede tener cierto encanto. Cuando empezó la música pop era algo para que los chavales lo flipasen. Daba dinero y así los chicos no estaban drogándose ni delinquiendo. Era un producto que también cumplía funciones positivas. Eso ha ido evolucionando, y estamos los que buscamos en la música lo que solía buscarse en una religión. Buscamos un lugar de verdad, un templo en el que puedas ser tú mismo. Muchos le hemos dado una dimensión casi sagrada. Las canciones empezaron como mero entretenimiento, para pasar el rato y aliviar la carga del trabajo, se utilizaban en las religiones… Y ahora están las dos vertientes: hay música más producto, y música digamos más mística, casi religiosa. Está la gente como Rihanna, con todo el respeto, pero que tiene un cariz más mercantil, y luego hay otra música que se utiliza para que el artista se exprese y el público se identifique, sienta alivio… En ese sentido el concierto es el ritual. Nosotros nos dirigimos a un público que es nuestra parroquia. Corizonas cada vez tenemos más público que nos sigue, y para ellos hacemos los discos. Para ellos y para los que todavía no saben que son de los nuestros, para que nos encuentren. Sacamos los discos como quien lanza un mensaje al espacio exterior, para conectar con la gente, con los que nos conocen y los que todavía no.

 

P.- Y a la hora de lanzar ese mensaje al espacio exterior, ¿os dirigís a un público definido o admitís a todo el mundo?

R.- Hombre, siempre es más agradecido cuando el intercambio comunicativo es con alguien con el que te entiendes más fácilmente. Pasa lo mismo con la prensa, contigo puedo manejar ciertas referencias porque me vas a entender; pero con un dominical, que le encarga a un chavalillo un artículo y no tiene mayor interés ni mayor formación específica, pues es más difícil, quizá tienes que hablar de otra forma. De la misma manera que a un músico le gusta más hablar con un medio especializado, que puede divagar y repasar desde Robert Johnson a Nine Inch Nails, mientras con otro medio no tendría sentido. Lo mismo pasa con el público, quizá nos metes en un festival en el que no pintamos nada y no gustamos a nadie, o al revés. Cuando te diriges a gente que está predispuesta, la comunicación fluye de manera mucho más natural. Otras veces tienes que conquistar, y hay públicos inconquistables. No se puede gustar a todo el mundo y es bueno que sea así. Pero nuestra actitud es la de todo el mundo es bienvenido, y cuantos más mejor. No somos elitistas.

 

P.- Te voy a poner un ejemplo concreto, y que conste que es rigurosamente cierto: mis dos hijos mayores, que tienen cinco y siete años, están enganchadísimos a vuestra canción ‘Luces azules’, me la piden a todas horas, la cantan… ¿Te lo tomas como un halago, o no te hace gracia que tu música guste a niños pequeños?

R.- (Risas) ¡Un halago! ¡Un halago total! Me llena de orgullo y satisfacción, como se suele decir. (risas). De verdad, me parece un superhalago. Los niños están desinhibidos, no les ha pasado el rodillo del sistema por encima todavía. Luego la sociedad te va moldeando, y no de forma maligna. Muchas veces el profesor, o el padre, está haciendo lo que cree que es mejor para el niño, y en el fondo está ejecutando las órdenes del sistema para que el día de mañana ese chaval sea una ovejita más. Que alguien que todavía se mantiene tan puro, alguien que todavía no ha sufrido las presiones de la sociedad, alguien que es él mismo, diga que le gusta una canción mía… Para mí eso es lo mejor, el mayor halago. Un niño te dice lo que hay, es totalmente honesto. Y ‘Luces azules’ le encanta también a la hija de un amigo mío, tiene cinco años y también se la sabe, así que algo debe tener esa canción para que mentes tan puras se fijen en ella. Es un orgullo, dale las gracias a tus hijos de mi parte.

 

P.- Lo haré. Para terminar, habéis acabado la gira de festivales y vais a empezar la gira de salas el próximo 7 de octubre en El Hangar de Córdoba. ¿Qué tal la primera parte, habéis notado mayor cercanía ahora que cantáis en español?

R.- La verdad es que sí. Esta vez hemos hecho la jugada al revés. Normalmente se suele sacar el disco a principios de otoño para hacer la gira de salas, incluso la campaña de Navidad, y luego seguir con las salas desde enero hasta verano, que empiezan los festivales. En este caso hemos sacado el disco en mayo, que ya había empezado la vorágine de los festivales. Eso ha propiciado que nos vea gente que todavía no conoce el disco, incluso gente que nos sigue y todavía no se ha enterado de que hemos sacado disco, y eso que hemos hecho bastante promoción, pero en esa época del año la gente ya no está tan pendiente. A pesar de eso hemos notado mucho entusiasmo, porque llevábamos tiempo sin estar en festivales y había ganas. Y aunque mucha gente no conocía las canciones, tenían buena aceptación. Están calando. Es muy buen síntoma. El cambio al español daba un poco de vértigo, pero creo que ha sido un acierto, y creo que era lo que teníamos que hacer, nos lo pedía el cuerpo y era algo natural.

 

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