Entrevista / Santi Balmes (Love of lesbian, “La noche eterna. Los días no vividos”).

Love of lesbian-1

 

Sus canciones nadan entre el humor y la melancolía, unas aguas en las que resulta sencillo naufragar, pero el buque Love of lesbian sigue su rumbo a toda máquina y no hay iceberg capaz de hundirlo.
Comenzaron cantando en inglés, pero fue al pasarse al castellano cuando su público comenzó a crecer. Después, un tal John Boy los catapultó al éxito más absoluto. De eso hace ya tres años y ciento cincuenta conciertos, pero ellos siguen con los pies en el suelo (incluso ahora que su nuevo disco es número uno de ventas).

Al habla Santi Balmes, guitarrista, cantante y portavoz de la sección gamberra de Love of lesbian.
Por Javier Escorzo

 

P.- Acabáis de editar vuestro séptimo álbum, “La noche eterna. Los días no vividos”, un disco que tiene como concepto principal la noche.
¿Os ha tocado vivir mucho de noche en los últimos años?

R.- Pues sí, a veces demasiado. Casi dos terceras partes de nuestras vidas han transcurrido en horas oscuras, y eso te lleva a estados de confusión bastante importantes. Pero tampoco es que el disco trate solo de eso. Te diría que el nombre del disco es más un slogan que no lo que te vas a encontrar dentro de una manera bestial. Es una manera de englobar los dos últimos años de tu vida que funcionaba muy bien en este ying yang de “La noche eterna. Los días no vividos”. Dentro encuentras situaciones que pueden ser muy lúcidas o pueden ser muy resacosas en un momento dado. A mí me suena un poco a resumen de lo que fue la gira de “1999”, que fue una sorpresa en todos los sentidos.
P.- No sé si llevaréis la cuenta, pero por curiosidad, ¿cuántos conciertos disteis de la gira anterior?

R.- No sé… Ciento cincuenta seguro. Fue muy burro.

P.- Es que se alargó mucho, al final hicisteis acústicos también.

R.- Sí, es que no podíamos parar. Meter el frenazo fue bastante difícil. Los acústicos nos los pedían porque las salas necesitaban gente que les llenara el garito y había pocas alternativas en estos años de crisis, y nos insistían mucho. Con la sensación de adicción que produce la noche nos llamábamos entre un par de la banda y decíamos: “¿Nos vamos a Murcia dentro de un par de días?”. Y nos íbamos, pero casi como para desengancharnos, porque fue algo muy adictivo.

P.- Vuestra trayectoria siempre ha sido ascendente, desde abajo con los discos en inglés, con el cambio al español vuestro público se fue ampliando, pero con “1999” la cosa explotó hasta límites que supongo que ni vosotros mismos hubieseis sospechado, ¿no?

R.- Por supuesto, eso no lo esperaba nadie. Lo vivimos de una manera muy progresiva; hacíamos Valencia y venían doscientas personas. Al cabo de una semana volvíamos y volvía a haber doscientas personas, pero con un día prorrogado más. Después la sala Mirror. Después la sala Mirror dos veces… Es decir, por suerte no pasó de la noche a la mañana, sino que hubo un año para adaptarnos al cambio de alturas. Es como un montañista que pensaba que iba a escalar dos mil metros, y escaló en un día cuatro mil quinientos. Pero por suerte fue progresivo, no fue como algo mainstream que pasa de sacar un disco a petarlo. Pero bueno, sí que fue muy bestial. Hubo un momento en que la sensación era que aquello se nos estaba escapando de las manos.

 

P.- Y ahora volvéis con este disco, que a pesar de que apenas se venden discos, es número uno de ventas, tanto físicas como descargas legales.

R.- Sí, pero no quiero darle demasiada importancia, de verdad te lo digo. Se está estudiando por parte de algunas webs, como si esto fuese una especie de punto de inflexión entre el mainstream y el auge de la música independiente. Yo prefiero ser cauto y mirarlo como una excepción que sucedió durante una semana en un 2012, como cuando saquen disco Vetusta o Lori Meyers puede que vuelva a pasar algo semejante, pero no deja de ser algo excepcional y anecdótico, y espero que a la banda no le acabe influyendo, porque esto se debe a muchos factores: se debe a que sí tenemos una legión de fans que es muy fiel y leal y se abalanza a las tiendas a comprar el disco, pero eso no quiere decir que tengamos una base de un millón de personas. No quiero darle importancia, porque entiendo que si no sería para nosotros bastante erróneo fiarse de eso, pensar que estás en una situación en la que realmente no estás ni de coña. El país es el país, y la situación económica es la que es, y me alegro de estar donde estoy. Ya está.

 

P.- En estos tiempos que corren, el hecho de que sea un disco doble parece un acto de romanticismo; porque sucede una cosa curiosa, y es que gran parte de vuestros seguidores, los más jóvenes, no están acostumbrados a escuchar discos enteros sino canciones sueltas que les gusten, pero no tienen cultura de ver un disco como un todo, como una obra global. Y ahora se encuentran con uno doble.

R.- Yo pienso que era una manera de decirnos a nosotros mismos: hemos estado tres años de gira, pero las ganas de mostrar nuevo material están ahí. Teníamos también, para nosotros mismos, las ganas de jugar con mucha plantilla, como si fuese un equipo de fútbol que tiene mucha plantilla y cada domingo puede elegir si jugar con uno o con otro. Así no nos aburrimos de los temas. Durante una parte de la gira estarán unos y en otra parte de la gira estarán otros. Es cierto que a la gente joven le va a costar más, pero tienen toda su vida. Se puede entender que un disco es un consumo inmediato, pero no es así. Un disco lo tienes ahí para cuando quieras echarle una consulta. Lo puedes escuchar dentro de medio año, al cabo de diez meses puedes descubrir un tema… eso me parece bien. Porque consideramos que esto es algo a largo plazo. Igual una canción no acaba de entrar inmediatamente, pero dentro de tres años es la que más te piden. Son cosas que tenemos bastante asimiladas porque ya nos han pasado. Nosotros intentamos marcar el tiempo, aunque sea de una manera muy ingenua, pero pensamos que podemos marcar el tiempo y que te puedes relajar y escuchar el disco, tanto como si es seguido como si es a picoteos o como te de la gana.

 

P.- El disco lo ha producido Ricky Falkner, que se está convirtiendo en uno de los productores más solicitados (también ha trabajado con Sidonie, Zahara, Shuarma…). Ya habéis trabajado muchas veces con él. ¿Qué os hace repetir?

R.- Nos hace repetir cómo llega a empaparse de las canciones, cómo empieza él a visualizarlas, y sobre todo la clase que tiene a la hora de coordinar los arreglos. También he de decirte que cada vez que nos encontramos todos hemos cambiado. Si hubiese algún estancamiento por parte de alguno de nosotros la relación se resentiría, pero él ha estado produciendo a otras bandas mientras nosotros estábamos de gira, y siempre que nos encontramos estamos cambiados y con ganas de aportar todo lo que hemos aprendido recientemente. Es como una relación de tú te vas por aquí, yo me voy por allí, y dentro de dos años nos encontramos a ver qué pasa, y eso es bonito.

 

P.- Desde siempre habéis mantenido un difícil equilibrio entre unas canciones más serias o más intensas y otras más delirantes, surrealistas o humorísticas. Hace años comentasteis, hablando de vuestra canción “Villancico para mi cuñado Fernando”, que con esa canción sentisteis que patinasteis demasiado hacia la parte gamberra. ¿Cómo conseguís no caer en ninguno de los dos extremos?

R.- Sí, a mí me gusta mucho. Soy de la parte de la banda que le gusta más la parte más cómica, hay otros que son más reacios. Lo que nos fastidiaba era que a veces aquellas canciones eran como árboles que no dejaban ver el bosque de otros temas que realmente tienen mucho más empaque emocional. Pero es que estamos jugando en una especie de liga, o de estilo, que nadie más de nuestra escena lo está haciendo. Cualquier banda que se te ocurra tira para un estilo y de ahí no se sale. Combinar este humor y esta melancolía… a mí no me viene a la cebeza nadie que lo haga, ni de ahora ni de antes. Con lo cual es muy difícil, es una tarea de equilibrista en la cual te puedes caer muchas veces.

 

P.- De todas formas tú dices que eres de la parte más gamberra del grupo, y de hecho tienes el proyecto de “El antiguo niño prodigio”, que es donde realmente das rienda suelta a tu vis más cómica.

R.- Sí, ahí exorcizo todas las ganas que tenía de que esto fuera una especie de orgía, de delirio, de humor, de bizarrismo o como lo quieras llamar, hecho ex profeso para que sea un personaje apedreado y lapidado públicamente, me da exactamente igual. Yo parto de la base de que tengo muy poca dignidad, entonces me la suda bastante lo que pueda llegar a pensar la gente que se toma esto con demasiada seriedad. Hay temas de Love of lesbian que no te los puedes tomar en serio, por el amor de Dios, y veo gente que te tira piedras y te lapida porque has hecho un tema, tanto con Love of lesbian como con el El antiguo niño prodigio, que desbarra, pero es que está desbarrando de una manera muy consciente. La vida son cuatro días y es como una especie de celebración del perdedor y del patético, y eso es para mí El antiguo niño prodigio, que me sirvió para desviar muchísimo humor y no meter tanto en Love of lesbian. Y creo que algún día aparecerá, pero lo hará en formato de libro o CD.

 

P.- En este disco quizás haya ganado peso la parte más seria.

R.- Sí, ha ganado, por supuesto. Aunque sigue habiendo cosas que a un oyente indie talibán le pueden dar dentera, cosa que nos llena de orgullo y satisfacción (risas), sí que ha ganado.

 

P.- Hay una canción, “Radio Himalaya”, que debajo del sarcasmo y el cinismo encierra una visión muy crítica y muy ácida de la sociedad, ¿no?

R.- Sí, hay una autocrítica social. Es una manera de decir que el mundo occidental, sobre todo el europeo, ha estado bailando y de repente ha explotado todo, pero hay gente que pretende seguir bailando; se les ha educado para no hacer ningún tipo de lucha ni reivindicación, sino que a mí me enseñaron que había que ir a festivales, disfrutar, salir de Erasmus por ahí a pasármelo superbien, y ahora no me podéis decir que todo esto que me habíais montado era mentira, y yo voy a seguir bailando hasta que cruja todo. Es lo que veo a veces en mi entorno. Hay quien reivindica y lucha, quien está pendiente de lo que está pasando con el mundo de las finanzas, que se escandaliza, y hay gente que corre un tupido velo y dice “mientras a mí no me toque voy a seguir bailando”.

 

P.- Para terminar, dos preguntas que hacemos a todos los grupos con los que estamos hablando. ¿Qué crees que debe tener un festival para que sea un éxito?

R.- Te voy a decir una chorrada, pero… unos niveles de higiene y un equilibrio entre la capacidad de poder encontrar un lavabo, o un bar, o un restaurante, o una comida en condiciones, o un alojamiento en condiciones. Que esté equilibrado el público con los servicios que se pueden dar. Es una chorrada, pero…

 

P.- Qué va, no es un ninguna chorrada.

R.- No tiene nada que ver con la música, pero es que ves cosas que parecen más Auschwitz que otra cosa. Dices: “Yo si fuera público haría una barricada aquí mismo”. Y luego también un equilibrio entre bandas de empaque y otras que puedas descubrir. Es fantástico ir a un festival y descubrir bandas que no te esperabas y de las cuales te enamores. Arriesgar un poco, pero también cubriéndote la portería. Por ejemplo el Primavera Sound sabe jugar muy bien sus bazas, pero claro, es un presupuesto que es el que es. También soy consciente de que si no llevas cosas que arrastren a un tanto por ciento de gente, quizás tu festival va a durar dos años y al tercero se va a ir a tomar por culo. Pero lo que reivindico es que en los grupos nacionales hay muchos que pueden estar tocando a horas mejores que las cinco de la tarde.

 

P.- Y de todos los festivales en los que has estado, dime uno del que te hayas llevado un recuerdo especial.

R.- Nos gusta mucho, como equilibrio, uno que se hace en Arbúcies (Gerona), que se llama Pop Arb. Me quedaría con este porque mantiene el equilibrio que te comentaba. Puede ser un festival, pero no es tan masivo que acabas… Yo tengo un poco de agorafobia, y a partir de cinco mil personas me empiezo a sentir un poco mal.

 

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