Crónica / Diego Vasallo & Mikel Erentxun, Valladolid (Teatro Calderón, 08/06/2011)

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Texto y fotos, por Javier Escorzo.

 

Noche para la Historia la de ayer en el Teatro Calderón de Valladolid.
La Historia (con mayúsculas) del pop español, y la historia (con minúsculas) de la vida de todos los que allí nos reunimos, que volvimos a ver, después de muchos años, a Mikel y a Diego juntos, abrazándose y cantando algunos de nuestros himnos.

Trataré de ser objetivo.

Llegué a Valladolid con el tiempo justo para aparcar, dejar las cosas en el hotel y salir hacia el Teatro Calderón.
Allí ya se empezaba a palpar el ambiente del concierto. Gente esperando, camisetas de Mikel…
Fui a hacer tiempo a un bar de enfrente, donde para mi sorpresa estaban sonando ininterrumpidamente y a todo volumen canciones de Mikel y de Duncan. Y no era una mera estrategia para atraer a los fans que pululábamos por allí: el camarero cantaba todas y cada una de las canciones.
Cena rápida y al Teatro.
Ya en mi localidad, primeros saludos a conocidos.

Se levanta el telón y aparece Diego y sus tres músicos. La misma banda, el mismo repertorio, la misma puesta en escena que el miércoles pasado en San Sebastián.
Al ser mi segundo concierto ya no estoy tan sorprendido y lo disfruto más.
Y primera sorpresa de la noche: sale Mikel a cantar Donde cruza la frontera, la versión de Juegos de amor que en el recopilatorio Las huellas borradas interpretó con Quique González.

Diego termina su actuación y tras una breve descanso para adecuar el escenario, el telón vuelve a alzarse mientras Mikel, solo con su guitarra, abre fuego con Detalle del miedo.
Tras esta canción salen Las malas influencias (Rufo en la batería, Mikel Artieda en el contrabajo y Rubén Caballero en la guitarra).
Se suceden los temas, sobre todo de los últimos discos (Éramos dos hielos, Cuando nos cambió la voz, Ángela, El mejor de mis días, Estampida, Cartas de amor, Mañana, En el sur, Vasos de Roma y ginebra, Rara vez, Quién se acuerda de ti, El cielo es del color de las hormigas y A un minuto de ti, que enlaza el final con Knocking on heaven’s door).
A mitad de concierto, segunda sorpresa de la noche: sale Diego y juntos cantan El club de las horas contadas, en la versión que se editó en el disco 3 noches en el Victoria Eugenia y que grabaron en el teatro, pero sin público.

Mikel se despide, los músicos se retiran y el público pide más.
De momento han colaborado en temas de sus discos en solitario, pero no ha sonado ni una sola canción de Duncan Dhu.
Se acerca el momento de la verdad.
El día D.
O mejor dicho, el día DD.

Salen Mikel, Diego, la banda de Mikel, el acordeonista y el violinista de Diego.
Del acordeón surge una melodía que todos reconocemos al instante: Rosa gris. Derechazo al corazón.
Segundo golpe: A tu lado. El público se tambalea.
Tercer golpe: Mikel rasga las cuerdas de su guitarra en lo que parece el inicio de Cien gaviotas. Pero no, es sólo un amago antes de descargar el gancho definitivo: Esos ojos negros. KO.

Vuelven a faltarme las palabras para expresar lo que sentí durante los bises.
Sigo a Duncan Dhu desde que tengo uso de razón. Me enganché con Cien gaviotas cuando tenía 8 o 9 años y nunca lo he dejado. Después han llegado muchos otros grupos y estilos diferentes, pero Duncan sigue siendo la raíz. El principio de todo. Sin duda, el grupo de mi vida.
Sin embargo, creo que las carreras en solitario de Mikel y Diego han superado con creces la de Duncan Dhu. Y no soy nostálgico (o eso creía hasta ayer). No quiero que Duncan Dhu vuelva a grabar un disco, ni mucho menos que haga una gira “revival” como tantos otros grupos. Ellos no.
Pero ayer, cuando los vi salir juntos al escenario y cruzar esas miradas de complicidad, esas sonrisas… Esas canciones, que sólo fueron tres, pero resumían tantas otras…
Fueron un montón de sensaciones y recuerdos. Discos, conciertos, personas, lugares, épocas, bares…
El Teatro entero era un delirio, había mucha emoción en el ambiente. La gente estaba de pie, aplaudiendo y yo me repetía una y otra vez: “Menos mal que he venido. No podía habérmelo perdido”.

 

Después del concierto hablamos con Mikel y Diego, que nos atendieron con su amabilidad habitual.
Fue un placer volver a saludar a todos los amigos de los conciertos, poder conocer a Nieves (Alboraya) y ponerle cara a Felipe (Formigones) después de 10 años leyéndonos por páginas de Duncan, La buena vida, Fangoria… El gran Formigones tuvo el detalle de acompañarme al hotel mientras me enseñaba lugares de interés artístico de Vallsdolid, así como lugares de interés musical (una calle que sale en un libreto de Diego Vasallo, un bar llamado El largo adiós, a raíz del cual surgió la canción del mismo nombre de La buena vida…). Muchas gracias, espero poder corresponderte en algún concierto en Pamplona.

 

Ya en el hotel me costó mucho coger el sueño, o mejor, soltar el sueño que había atrapado en el Teatro Calderón.
Una vez más, muchas gracias, Mikel, muchas gracias, Diego, y muchas gracias a todos con los que tuve la suerte de compartir una noche tan especial.

 

Si quieres ver las fotos de este concierto, pincha aquí.

 

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