Crónica / Flamenco on Fire, Pamplona (26 – 31 de agosto)

 

Los Evangelistas-38

 

Por Javier Escorzo

 

El flamenco es una música universal, eso es algo que todo el mundo sabe a estas alturas. Sin embargo, quizás no sea tan conocida la vinculación que este género tiene con Pamplona; el nexo no es otro que Sabicas, uno de los mejores guitarristas de la historia (no sólo de flamenco).
Sabicas nació en la calle Mañueta de Pamplona en 1912. Su verdadero nombre era Agustín Castellón Campos y debe su apodo a su afición por las habas. Cuando era pequeño acompañaba a su madre a la compra y, al volver a casa, las cogía de la bolsa y se las iba comiendo, con cáscara y todo. De habas a habicas, y de ahí a Sabicas.
Cuando tenía diez años su familia se trasladó a Madrid y tras el estallido de la Guerra Civil en 1936 se exiliaron a América. Allí acompañó con su guitarra a la bailaora Carmen Amaya en varias giras por distintos países, hasta que finalmente se estableció en Nueva York.
Una vez superado su miedo a volar, Sabicas volvió a Pamplona en 1982 para recibir el homenaje de sus paisanos. Murió ocho años después en la ciudad de los rascacielos.
El guitarrista navarro pasó a la historia como uno de los grandes innovadores de la historia del flamenco y fue, sin lugar a dudas, la figura más importante de su época. Sus discos fueron fundamentales para el futuro, como aquel “Rock encounter” que grabó junto a Joe Beck, y que hoy es considerado como el inicio de la fusión entre el rock y el flamenco, a pesar de que, curiosamente, Sabicas renegó de su resultado después de haberlo grabado.

Por todo ello, el festival Flamenco On Fire se propuso convertir Pamplona durante siete días en la capital mundial del flamenco. No sería acertado decir que quiso plantar una semilla, porque a juzgar por la excelente respuesta por parte del público la semilla está más que plantada. La misión del Flamenco On Fire es la de regar esa semilla y hacer que siga creciendo año tras año en las sucesivas ediciones que, esperemos, se sigan celebrando.

El cartel era deslumbrante. Todas las grandes figuras del flamenco visitaron Pamplona. Sara Baras embrujó la sala principal del Baluarte con el baile de su espectáculo “Medusa”. Le siguió la guitarra de Tomatito, uno de los herederos del maestro Sabicas que ha paseado su arte por todo el mundo.

El flamenco es un arte ancestral que brota directamente de la tierra. Madera, palmas, taconeo y voz; nada de artificios. Y allí estuvo José Mercé para reivindicar la pureza del flamenco más tradicional. Su actuación discurrió entre el silencio de un público sobrecogido que en ocasiones no pudo evitar romper su quietud con cerradas ovaciones, o incluso acompañó al cantaor en los estribillos de “Al alba”, el clásico de Luis Eduardo Aute que Mercé hizo suyo hace más de una década (en el disco tributo “Mira que eres canalla, Aute”).

Niña Pastori es, posiblemente, la artista que más y mejor está consiguiendo conectar con un público joven y en muchos casos totalmente ajeno al flamenco. Así, la sala principal del Baluarte se llenó para disfrutar del concierto de la gaditana, que ya había pisado ese mismo escenario con anterioridad. Fue hace siete años, y por aquel entonces presentaba “Joyas prestadas”, el disco en el que interpretaba canciones pop (de Serrat, Manolo García, Juan Luis Guerra o Alejandro Sanz) en clave flamenca. Pero en esta ocasión no sonó ninguna de aquella canciones, sino un repertorio más ortodoxo que gozó de una gran acogida por parte del público.

El sábado llegó el turno de Estrella Morente, la gran dama del flamenco actual. Su actuación comenzó con una antigua grabación en la que Estrella, siendo todavía una niña de seis años, cantaba con el maestro Sabicas a la guitarra. Un tesoro sonoro que había permanecido escondido hasta aquel momento. La hija de Enrique Morente ha heredado el espíritu innovador y arriesgado de su padre, y eso pudo comprobarse, por ejemplo, en la formación que la acompañaba: palmeros, guitarristas, y un percusionista que también tocó la batería de rock y que llegó a atreverse con un rap flamenco. Así camina Estrella Morente, como antes lo hiciera su padre: con un pie en la tradición y otro en la vanguardia, consiguiendo unos resultados absolutamente personales y siempre emocionantes.

El Flamenco on Fire se clausuró el domingo con un concierto triple que cambió las cómodas butacas del Baluarte por el anochecer a cielo abierto en la Ciudadela. Los primeros en salir al escenario fueron Los Evangelistas, la banda formada por músicos de Los Planetas y Lagartija Nick acompañando a Soleá Morente, hermana de Estrella y por tanto, hija de Enrique Morente. Lo que este grupo pretende es “evangelizar”, predicar y dar a conocer el mensaje del maestro granadino. Más que fusión, su música es flamenco ejecutado por músicos de rock. Cante jondo con guitarras eléctricas, que en algunos momentos puede recordar a los últimos discos de Los Planetas o al “Omega” que Lagartija Nick grabó junto a Enrique Morente, aunque con ciertas diferencias. Los Evangelistas suenan oscuros, serios y solemnes. Una maraña de guitarras eléctricas y teclados, una muy contundente batería y un repertorio tradicional. Hoy en día es muy difícil conseguir algo realmente novedoso en la música, pero ellos lo han logrado.

Tras Los Evangelistas saltó al escenario Tomasito. Y nunca mejor dicho lo de “saltó”, porque el jerezano no paró quieto ni un solo segundo. Su propuesta es una mezcla imposible entre AC DC, Los Chichos, Albert Pla y Camarón de la Isla. En principio el público se quedó sorprendido, pero rápidamente se dejó arrastrar por su surrealista y arrolladora propuesta, disfrutando y participando de sus canciones mientras el artista se disfrazaba de tigre, se comía un limón o saltaba en calzoncillos. Inolvidable e inclasificable, para bien y para mal.

El siempre inquieto Kiko Veneno fue el encargado de cerrar esta edición del festival. En esta ocasión venía a Pamplona para presentar “Sensación térmica”, el disco que ha grabado con la producción de Raül Fernández (Refree, Christina Rosenvinge, Silvia Pérez Cruz…). El artista, toda una leyenda en el flamenco y la fusión, fue el mejor colofón posible para un festival que sólo hace unos meses hubiese parecido imposible.

El balance no puede ser más positivo, con mucha calidad y variedad en su cartel y gran afluencia de público. Así pues, sólo queda felicitar a la organización y confiar en que se repita en años sucesivos.

Your email is never published or shared. Required fields are marked *

*

*