Crónica / Copiloto, Pamplona (La Sonora, 05/10/2012)

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Por Javier Escorzo. Publicado originalmente en Indistanea.

 

La crisis, la maldita crisis que nos asola se está cebando con todos los sectores, y muy especialmente con el de la música. Conseguir el dinero suficiente para grabar un disco se ha convertido en una auténtica odisea, y cada vez es más frecuente ver a artistas consolidados reduciendo el formato de su banda para las actuaciones en directo. Pero esto último no siempre es negativo.

El pasado Febrero Copiloto (o lo que es lo mismo, Javier Almazán) visitó Pamplona acompañado por su banda habitual (El círculo de confianza). Ahora regresaba sin más compañía que la de su guitarra acústica y su teclado, ofreciendo una gran oportunidad para disfrutar de sus canciones desde un punto de vista más íntimo.
Lejos de resentirse, en La Sonora se demostró que las composiciones de Copiloto necesitan pocos arreglos para seguir brillando con la misma intensidad que en el disco. Y es que no hay artificio en la propuesta del maño: sus inteligentes letras se asientan sobre unas cuidadas y muy bien resueltas melodías, deudoras del pop y del rock más clásico.

Fue una delicia escuchar a un metro de distancia canciones como “Alicia subterránea”, “Un golpe maestro”, “Vendrá cantando”, “Lista de convocados” (que según explicó habla del trabajo) o “Salvar el día”. Hubo también guiños a otros grupos, como “Rápido”, la versión de Australian Blonde (el grupo más injustamente tratado de la llamada generación indie, según dijo al presentarla), o “2 de septiembre de 2000”, de Kiev cuando nieva (esta canción ya fue versionada en dos discos distintos por La costa brava, aunque la versión de Copiloto es más rockabilly, o más Duncan Dhu, como dijo tras el concierto Javier).

Cuando se tiene un repertorio como el de Copiloto, el único defecto que se le puede sacar a sus conciertos es el de las canciones que no han sonado, aunque sobre eso hay disparidad de opiniones. Como los dos chicos que, con la actuación terminada y Javier tomando una copa en la barra, se acercaron a preguntarle cómo no había tocado “Dotes innatas”, ante lo cual Javier pidió que bajaran la música del bar, cogió su guitarra y la cantó a viva voz entre el público; un bis improvisado que resumió la cercanía y espontaneidad vivida durante todo el concierto.

Si quieres ver las fotos de este concierto, pincha aquí.

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